¿Cómo elegir el cachorro ideal para mí?
El 50% del carácter final de una mascota es genético. El otro 50% es lo que el medioambiente hizo de ella. Si se cuidó y guió hacia un objetivo, su cachorro será lo que usted quiso, siempre y cuando, hubiera nacido con la capacidad para ello. El cachorro tímido, que todos golpean, será también un adulto tímido, fácil de ser dominado, a menos que se intervenga correctamente en su crecimiento. El enfermizo, que requirió de ayuda para sobrevivir la infancia temprana, será un adulto enfermizo, cliente ideal de cualquier clínica. El cachorro que no aguantaba que le hicieran algo, o del que la gente se reía cuando gruñía (“Míralo, tan chiquito y cree que puede”) crecerá para ser un perro enojón, difícil de tratar, con un dueño hasta temeroso de él. Los cachorros muestran su naturaleza desde que nacen. Es cuestión de observar. El cachorrito muestra lo que será, y está esperando a ser nutrido con los elementos necesarios. Si se le da lo que parece pedir por su carácter, será tal y como nació, berrinchudo o agresivo. En cambio, si hacemos con el cachorro lo que debemos hacer, sin premiar sus berrinches, crecerá para ser una mascota de familia, apegada y respetuosa de todos.
Al ver una camada, evite fijarse en el cachorro que se nota que requiere más atención, más protección y más cuidados. Será así todo el tiempo, y eso no es tener una mascota. Es tan solo tener un ser que llene nuestra necesidad de proteger. Va a drenar sus recursos económicos y emocionales de principio a fin. Mejor fíjese en aquellos que se parecen a lo que quiere de adulto. Defina las características que desearía en una mascota y búsquelas en el cachorro. Recuerde que cachorro apenas será una etapa que comprende 5 a 10% de su vida. El resto, será adulto: joven, maduro y anciano. Así que no se deje convencer por esos ojitos llorosos. Trate de ver en ese cachorrito al adulto futuro.
Les compartimos una historia personal:
Hablé por teléfono a todos los que se anunciaban con una camada de la raza que andaba buscando. No había muchos, y sólo con la manera en que se expresaban, “No son de exposición pero están muy bonitos” “Te lo doy barato, para que no busques más”. Descarté a un par.
Cuando llegué a una casa, me recibió un muchacho que me preguntó de inmediato si buscaba macho o hembra. “Macho” –le dije secamente. “Pero me interesa ver toda la camada”.
Trajo a todos, los 9 cachorros, que empezaron a moverse de un lado a otro, como niños en McDonald’s. Me puse a platicar un rato con la persona mientras observaba a todos los cachorros. Pronto, identifiqué a uno que caminaba encima de todos, se acercaba más a mí que otros. Después de un momento, se fueron quedando dormidos uno a uno, algunos tocándose, otros separados, pero a la vista de los demás. Y había uno que seguía dando lata.
Ese día quedé con la persona de regresar una semana después, pues estaban muy chicos todavía.
A la semana, volvió a mostrarme a todos los cachorros, que me olfateaban y se iban, unos una sola vez, y otros, varias veces, como no muy conformes con mi presencia. Jugaban cerca de nosotros y había uno que ganaba siempre. Fue también el último en quedarse dormido.
Elegí a ese pequeño latoso, lo pagué y quedé en regresar tres días después por él.
Cuando fui finalmente por él, bajaron a un cachorro, que de inmediato supe que no era el que yo había elegido. La viveza de los ojos lo delataba. Como ya habían sido tatuados antes de la segunda visita, pude constatar que no era el mismo, así que el muchacho se disculpó y regresó con el mío.
"Baloo" creció para ser lo que yo ví que podía ser: Un schnauzer gigante con mucho carácter, al punto de ser totalmente dominante; con energía de sobra, ideal para atrapar frisbees en el aire y también ir a morder en guardia y protección; y con un gran apego a mí.
- M.V.Z. Roberto Margáin Barraza